sábado, 5 de septiembre de 2009

LOS MAESTROS EN LA REVOLUCIÓN

Los gobiernos de los estados, adoptaron diferentes políticas como participación tuvieron en la revolución: Estados en los que nada ocurre y en los que las escuelas primarias y normales fueron sometidas a intensas presiones por los conflictos políticos, que tuvieron como desenlace su clausura.

La mayoría de los maestros no participo durante el movimiento armado, continuaron desempeñando sus funciones sin importar el gobierno para el que trabajaran, otras fueron victimas de la política que padecieron desde el retraso temporal e indefinido de sus sueldos hasta el cese por haber colaborado con el enemigo, otra minoría participó a la lado de alguna de las facciones o grupos revolucionarios como; ideólogos, escribanos, secretarios y consejeros de los jefes, organizadores y dirigentes de campesinos y obreros, logrando así puestos de jefes políticos y militares.

El proyecto federalizador incluía la enseñanza normal como parte de la estrategia para construir un sistema nacional de educación primaria y al mismo tiempo reorganizar las escuelas normales, se buscaba una enseñanza normal mucho mas comprometida con el pueblo y con la revolución.
Durante la revolución, los pedagogos, ideólogos o dirigentes magisteriales esgrimieron sus conocimientos y habilidades especializados como principal argumento para reclamar el monopolio sobre los principales cargos directivos del ramo.

Las escuelas normales cumplieron una función ambigua respecto a los cambios sociales y políticos provocados por la revolución: por un lado transmitieron y reprodujeron los valores del orden; por el otro, fueron transmisoras de los valores del cambio. Las normales fueron nidos conservadores y cuna de revolucionarios.

El patriotismo profesional y el nacionalismo educativo y pedagógico del magisterio se combinaron y contribuyeron a acentuar la politización del magisterio en cuatro sentidos:

a) Una mayor intervención directa del profesorado para designar a sus autoridades en diversas entidades federativas, incluido del Distrito Federal.

b) Una mayor participación del profesorado para decidir las políticas educativas y pedagógicas.

c) Una mayor participación del magisterio en la vida política nacional.

d) Una penetración mucho más visible y directa de la política y los políticos en el ramo de la instrucción pública.

Cuando empieza la lucha armada contra el gobierno de huerta, los maestros se suman y comienzan a padecer con mayor intensidad y frecuencia las consecuencias de la revolución ya que esta fue más violenta, fluctuante y azarosa y cubrió una mayor extensión nacional. En la revolución, la profesión docente sufrió una serie de modificaciones en sus características esenciales como su formación, su reclutamiento y los estilos de dirección técnica, administrativa y escolar.

Justo Sierra rechaza la propuesta de incorporar la normal a la nueva universidad con el mismo rango que las demás escuela superiores. La función de la normal era difundir la lengua nacional, la historia patria y los valores cívicos, mientras que la universidad debía contribuir a forjar el alma nacional mediante la investigación y la reflexión filosófica. La normal era un asunto de incumbencia directa del estado.

LOS NÚMEROS FAVORECEN A LAS MINORÍAS

Durante este periodo, (1910-1920), surge el interés por propiciar la educación del “indio”, como único medio de integrarlo a la sociedad, destacando estados como: Tamaulipas, Zacatecas, San Luis potosí, México y puebla. Teniendo presente que no era posible aprovechar la fuerzas y facultades de los hombres del campo si no se contaba con centros de enseñanza adecuados.

En estados como Zacatecas y San Luis Potosí, le dieron prioridad a la educación rural, con la idea de que la problemática del país se generaba en estas zonas, por lo que el número de escuelas rurales se mantuvo muy por encima de las escuelas urbanas, además en estados como Tamaulipas y Tabasco. Mientras “la niñez de los campos permaneciese en su mayor parte analfabeta, no se podría hablar de progreso en el ámbito educativo.

El principal desarrollo educativo y por consecuencia económica del territorio nacional, se ubica en los estados del norte, logrando los índices de alfabetización más altos; tales como: Sonora, Chihuahua, Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas y Baja California. El Distrito Federal fue el centro político, económico social y cultural del país con el 38% de la población alfabetizada. Esto debido a que los gobiernos estatales le dieron mayor importancia a la educación, destinando la tercera parte de su presupuesto.

Los índices mas bajos de alfabetización lo tenían y mantienen en la actualidad, son los estados de Guerrero con 8%, Oaxaca 9% y Chiapas 9%. Si la educación hubiera dependido del gobierno central, como en otros estados, se hubiera hecho una mejor planificación y no existiera tanta disparidad escolar en las regiones.

Durante el porfiriato, el número de escuelas privadas y del clero era muy inferior al de las oficiales, las escuelas del clero formaban una pequeña minoría, el promedio en el número de centros educativos del clero por estados era de 10. Las autoridades permitieron la enseñanza de la religión en las escuelas particulares, siempre y cuando cumplieran con los programas oficiales. La educación estuvo sujeta a las fluctuaciones económicas en los ingresos del estado y de los municipios de quienes dependían gran parte de la escuelas, muchas de la cuales cerraron por falta de fondos.